Guillermo Saccomano: El oficinista, Barcelona, Seix-Barral, 2010, Premio Biblioteca Breve. 2010
Compré esta novela por la elogiosa crítica que de ella hizo Fernando Marías en un programa de radio el sábado 27 de 2010: ¡Crasa ingenuidad!
El autor, Guillermo Saccomano, fue creativo publicitario y guionista de cómics antes que novelista; y lo que le ha salido en El oficinista, es otro guión de cómic; pero de uno de esos tebeos catastrofistas que consumen, entre vapores de cannabis, los adolescentes frustrados cuando rechazan el mundo, la civilización y la Vía Láctea. El típico planteamiento placebo –consolador de todos los fracasos– del estilo de: “La sociedad está tan podrida que es la responsable de mis malas notas, el paro, la bronca con la novia, el divorcio de mis padres y la factura del móvil.” Consecuentemente,"¡Luchemos contra el Cosmos y la Ley de la Gravitación Universal!" Hace falta una gran inmadurez conceptual y afectiva, unas meninges necesitadas de muchos hervores, para disfrutar con historias como las que se narran en El oficinista.
Veamos el argumento, pues de su resumen se pueden deducir tanto el tono del libro como los méritos artísticos de esta escueta novela:
El protagonista es un hombre mediocre, cabeza de una familia de gordos egoístas que semeja una caricatura kafkiana. Para mantenerla, y para huir de ella, trabaja 16 horas al día en una oficina siniestra. Una noche conoce a una secretaria de la que se enamora; a pesar de que es la amante de su poderosísimo jefe. Esa noche la acompaña hasta su apartamento (el de ella) a través de una ciudad sórdida cuyos cielos recorren helicópteros artillados, cuyas noches acechan perros clonados y en cuyas calles se enfrentan a tiros unas fuerzas militares y policiales represivas con los terroristas de una innominada guerrilla. Esa misma noche -̶el que no corre vuela-̶ mantiene una relación sexual con la secretaria, y la frontera social y afectiva que cruza con ese acto, será el comienzo de la propia y burocrática destrucción.
¿Hay algo limpio o noble en las ciento y pico paginas del libro? Ni hablar. Las relaciones del oficinista con la secretaria (sexo, conversación y golpes) o con su propia esposa (sexo y humillación) son descritas con gran precisión e infalible sordidez. Las relaciones profesionales dentro de la empresa serán serviles, traidoras y despiadadas. Las relaciones con la prole, patéticas. Ningún lector que haya pasado de la página diez puede extrañarse de la degradación física, psicológica y social del protagonista.
Por lo menos, ¡Estará bien escrito para merecer el Premio Biblioteca Breve; ese premio, antaño glorioso, que descubrió a Vargas Llosa y a otros ilustres narradores del boom hispanoamericano! No sé qué responder. Las frases son breves. Parecen consignas. A veces, Saccomano se estira y escribe alguna oración coordinada. Incluso puede encontrarse alguna oración subordinada, es decir, las que tienen más de un verbo antes del punto. Seguramente podemos hallar, por lo menos, una subordinada por página. Concisión no le falta. Es una escritura de viñeta y bocadillo.
Resumiendo: Un escrito virtuoso y ejemplarizante cuya coloración (negra, marrón y verde) posee una saturación elevadita y, cuyos valores artísticos o intelectuales no he sido capaz de encontrar.
Rafael Díaz Riera