Aprovecho que los de ABC ofrecen una lista de los “100 libros del verano”, para dar un poco de vida a este blog mortecino con unas reflexiones sobre algunos de esos libros recomendados y sobre otros que no pero que recomiendo personalmente. Y, para comenzar, nada mejor que estrenarse con una novela que no comentan los expertos del rotativo madrileño: Perros y Lobos, de Irene Nemirovsky, esa autora de adn inapelablemente hebreo y de mentalidad híbrida que se convirtió al cristianismo ortodoxo (variante rumana) en Francia durante los años treinta del siglo pasado. Fue una de esa emigrantes ricas que vivieron en conflicto permanente con sus orígenes familiares, culturales y religiosos, aunque, todo hay que de decirlo, estos últimos pesaban más bien poco en su educación familiar. Nemirovsky hace aflorar en todos sus escritos una interesante relación de amor y odio, de atracción y repulsión con su propia identidad. Ese conflicto la hace, para mí, muy atractiva y recuerda a otros escritores de idénticas raíces que también vivieron en lucha con su tradición familiar como Franz Kafka, Franz Werfel o Joseph Roth, por mencionar tres conocidos ejemplos. Las novelas de esta autora son un continuo ajuste de cuentas -que es también intento de comprensión y de exculpación- con personajes repulsivos cuyas biografías se parecen demasiado a la de su propio padre: millonarios repelentes y aspirantes a ello, salidos de las aljamas de Kiev, Odessa o Lvov, que consagran todos los momentos de su vida francesa a la adquisición de dinero. Seres absolutamente persuadidos de que, fuera de la riqueza, no existe salvación para el judío en el mundo de principios del siglo XX.
En Perros y lobos asistimos a la relación entre tres primos que, huidos de los mismos pogromi en los confines misteriosos del mundo occidental (es decir: Ucrania), vienen a dar con sus huesos y sus tristes vidas en París. Los tres se apellidan Sinner, los tres, dos varones y una mujer, se parecen físicamente. Los tres se sienten atraídos y repelidos entre sí; pero uno de ellos ya había escapado del gueto dos generaciones ha. Ya no es un hebreo típico, los son sus tíos, lo fue su abuelo, pero no él, a medio camino entre la civilización burguesa y la selva, se ha convertido en un perro, mientras sus primos, salvajes en su salvaje lucha por la superviviencia, siguen siendo lobos.
Por supuesto, a los lobos también les agradaría poder disfrutar de otras cosas como prestigio social, prestigio cultural, felicidad familiar; pero para eso es necesario no haber nacido en una clase social que lleva siglos negociando con todo y con nada, recomprando y revendiendo lo que todavía no se posee pero que se está dispuesto a ir al fin del mundo para conseguirlo; siglos regateando en el rastro callejero de los futuribles; y huyendo con lo puesto por las noches cuando han venido los cosacos a quemarte la casa.
El cambio cultural de los hebreos europeos que consistió, básicamente en sustraerse a las teocracias rabínicas de los guetos, e intentar integrarse en una sociedad en la que, hasta entonces, les estaba internamente y externamente vetado hacerlo. Debió ser muy duro, por eso despiertan interés las novelas que manifiestan ese conflicto. Para los rabinos de gran parte de los dos milenios anteriores, caminar hacia la integración social era exponerse a diluir la identidad de pueblo elegido, para los no judíos (goyim), la integración era tropezar con una competencia correosa y peleona en negocios y profesiones hasta ese momento vetadas a la gente de la alajama.
Para aclarar esta última idea de pongo dos ejemplos tomados del libro Historia judía, religión judía de mi respetado Israel Shahak -superviviente de Auschwitz y antisionista declarado-; creo que los dos expresan hasta que punto la vida del pueblo hebreo en Europa había sido una vida paralela a la marcha de la sociedad y del mundo: la primera geografía escrita en lengua yidish en Rusia data del siglo XIX. En ella se sostenía que América no existía, que era un invento de los goyim para despoblar los guetos. ¿Puede tratarse de un chiste judío? No lo creo, en tres mil años de literatura hebrea no hay mi una sola obra de humor. Ha tenido que llegar el siglo XX para que triunfen tipos como Chaplin, Groucho Marx, Woodie Allen o Les Lutiers. Segundo ejemplo: cuando se generaliza la escuela primaria en el Imperio Habsburgico (antes que en Francia), los rabinos de algunos lugares habían aceptado que los niños de su gente recibiera educación primaria, siempre que escribieran el alemán en caracteres hebreos. Quien nace en ese mundo paralelo tiene muchas posibilidades de nacer lobo, quien nació fuera, aunque no fuera más que un par de calles más allá del gueto, podía permitirse el lujo de ser perro.
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