sábado, 17 de abril de 2010

Un vieja novela y un análisis certero.

The Fist of God, (T.O.: El puño de Dios, Tr.de Berta Monturiol) es una novela de 1994 en la que Frederick Forsyth volvía a su tema favorito: bombas atómicas en manos de terroristas, y está ambientada en la primera Guerra del Golfo.
En 1991 estaba claro que Saddam había hecho uso de gas venenoso en la guerra con Iran, lo había vuelto a hacer en la represión las revueltas del Kurdistán iraquí (cinco mil muertos); y también era palmario que había hecho intentos de obtener plutonio en cantidad suficiente como para fabricar una bomba, a través de la explotación industrial de “pasta amarilla” en las centrales nucleares del complejo de Osirak. No menos conocidos y probados eran sus intentos de fabricar un supercañón de 180 metros de tubo con la ayuda del genio de la balística Gerald Bull, cuya nuca acababa de recibir cinco disparos de la pistola de un desconocido (todo el mundo pensó en el Mossad), en la puerta de su apartamento de Bruselas.
Jaffar al Jaffar, el físico nuclear iraquí, era un villano de marca mayor y el mundo esperaba expectante el resultado de esa inminente guerra que se predecía como “mundial”, entre la coalición liderada por Norman Schwarzkopf y el cuarto ejército más numeroso del mundo. El resultado fue el que sabemos: una aplastante superioridad aérea de los aliados y un cementerio de vehículos acorazados y artillería de origen soviético, francés y alemán, en las arenas de Kuwait. La invasión, siete meses después, había dado su fruto.
Pero la victoria no fue total. Saddam Hussein siguió en el poder, reconstruyó la Guardia Republicana y cuando del el 2003 afirmaba que no tenía armas de destrucción masiva, mucha gente, yo entre ellos, se negó a creerlo. Sin duda novelas como El puño de Dios, en las que se exponían las argucias de enmascaramiento de fábricas y polvorines, y los esfuerzos por obtener uranio 238 en laboratorios subterráneos, contribuyeron a extender la incredulidad en parte de la opinión pública occidental. Esa es la parte menos positiva de la novela: sus efectos sobre los desinformados lectores occidentales que acabaron asumiendo que G.Bush Jr. tenía razón cuando hablaba de las armas secretas de Saddam. Los más ingenuos también pensaban que los hombres del MI5, MI6 y del SAS británico, o el Mossad israelí, podían hacer casi cualquier cosa que se propusieran.

Sin embargo, la obra de Forsyth tiene también también dos aspectos aprovechables. La primera es que lo que decía de Irak se puede trasladar al actual Irán y a sus esfuerzos encaminados obtener una bomba nuclear. La reciente "Conferencia de No Proliferación de Armas Nucleares" ha sido una fuerte llamada de atención global. En efecto, en el país de los ayatolás se ha aplicado el principio de dispersión y de multiplicidad de focos de enriquecimiento de uranio para evitar que la destrucción de uno de ellos paralice todo el programa (recordemos Osirak) y para acelerar la velocidad de obtención de la masa crítica. Así mismo, es opinón generalizada que esos laboratorios y plantas están excavados en las montañas, del mismo modo que estuvieron enterrados parte de los hangares y de los polvorines iraquíes en 1991: precisamente aquellos materiales que sirvieron para reconstruir y rearmar a la Guardia Republicana nada más perder Kuwait.
Por otra parte, toda la infraestructura de los talibanes en Tora Bora y de Hizbollah en el sur de Líbano, nos habla de esa guerra de tuneladores contra F18 que se está librando en Oriente Medio. En ese sentido, El puño de Dios no está absolutamente demodée.
El segundo aspecto de la novela que encuentro relevante, es una reflexión sobre las consecuencias que tendría para Irak, y, en general para la región, la caída del régimen de Saddam. Es un texto de ficción, supongo, destinado a explicar a los anglosajones por qué razón los blindados de la coalición no siguieron hasta Bagdad. El novelista pensaba en una hipótesis creíble, pero resultó clarividente. Al releerlo, no puedo sino lamentar que quienes tenían poder para declarar guerras, no se hubiera tomado en serio estas consideraciones de 1994 en el ya inevitable 2003. Una vez más constatamos que la realidad imita a la ficción y la supera. Ahí va el "informe" novelístico:

De: Grupo de Inteligencia y Análisis Político, Departamento de Estado, Washington DC
Para: James Baker, secretario de Estado
Fecha: 15 de febrero de 1991
Clasificación: Estrictamente confidencial
No se le ocultará, sin duda, que desde el comienzo de hostilidades entre las fuerzas aéreas de la Coalición, que vuelan desde Arabia Saudí y los estados vecinos, y la República Irak, se han llevado a cabo por, lo menos dos, y posiblemente más, intentos de eliminar al presidente iraquí Saddam Hussein.
Tales intentos se han realizado mediante bombardeo aéreo y exclusivamente por nuestra parte. En consecuencia, este grupo considera urgente exponer los probables alcances que tendría un intento exitoso de asesinar al señor Hussein.
Desde luego, el resultado ideal sería que cualquier régimen sucesor de la actual dictadura del partido Baas, establecido bajo los auspicios de las fuerzas victoriosas de la Coalición,se concretara en un gobierno humanitario y democrático.
Par nuestra parte, creemos que semejante esperanza esperanza es ilusoria. En primer lugar, Irak no es y nunca ha sido un país unido. Hace apenas una generación era un centón de tribus rivales y, a menudo, enfrentadas. Sus habitantes pertenecen, en partes casi iguales, a dos sectas; islámicas potencialmente hostiles, la sunnita y la chiíta, además de tres minorías cristianas. A ellas cabría añadir la nación kurda al norte, empeñada vigorosamente en el logro de su independencia.
En segundo lugar, jamás ha existido la menor experiencia democrática en Irak, que ha pasado del dominio turco al hachemita y el del partido Baas sin el beneficio de ningún período intermedio de democracia tal como la entendemos.
Así pues, en el caso de un súbito final de la actual dictadura por asesinato, solo aparecen dos escenarios realistas. El primero sería el intento de imponer desde el exterior un gobierno de consenso que abarcara a todas las facciones principales en una coalición de amplia base. En opinión de este grupo, semejante estructura se mantendría en el poder durante un período en extremo limitado. Las antiguas y tradicionales rivalidades necesitarían muy poco tiempo para desbaratarla.
Es evidente que los kurdos aprovecharían la oportunidad, que les ha sido negada tanto tiempo, de optar por la secesión y el establecimiento de su propia república en el norte. Un débil gobierno central en Bagdad basado en el acuerdo por consenso sería impotente para evitar ese resultado.
Predeciblemente, Turquía reaccionaría de manera airada, puesto que su propia minoría kurda a lo largo de las zonas fronterizas se apresuraría a unirse a sus hermanos kurdos al otro lado de la frontera, lo cual estimularía la resistencia al dominio turco:
Al sudeste, la mayoría chiíta alrededor de Basora y Chatt al-Arab encontraría sin duda buenas razones para sondear a Teherán. Irán se sentiría muy tentado de vengar la matanza de sus jóvenes en la reciente guerra contra Irak, aceptando esas proposiciones con la esperanza de anexionarse el sudeste de Irak ante la impotencia de Bagdad.
Arabia Saudí y los estados prooccidentales del Golfo experimentarían algo muy parecido al pánico ante la posibilidad de que Irán llegara a la frontera misma de Kuwait.
Más al norte, los árabes del Arabistán iraní hallarían una causa común con sus camaradas árabes al otro lado de la frontera con Irak, movimiento que sería, vigorosamente reprimido por los ayatolas en Teherán.
Casi con toda seguridad, en el resto de Irak vería un estallido de luchas tribales para ajustar viejas cuentas y establecer la supremacía sobre lo que quedara.
Todos hemos observado con dolor la guerra civil desencadenada ahora entre serbios y croatas en la ex Yugoslavia lucha no se ha extendido todavía a Bosnia, donde aguarda una tercera fuerza, la de los musulmanes bosnios. Cuando la guerra llegue a Bosnia, cosa que sucederá un día, la carnicería será aún más espantosa y el conflicto incluso más inabordable.
No obstante, este grupo cree que la aflicción de Yugoslavia sería insignificante comparada con el escenario ahora considerado de un Irak en plena desintegración. En ese caso, podemos esperar una gran guerra civil en el corazón del territorio iraquí, cuatro guerras fronterizas,y la absoluta desestabilización del Golfo. Solo el problema de los refugiados afectaría a millones de personas.
El otro único escenario viable sería que Saddam fuese sustituido por otro general o alto miembro de la jerarquía baasista. Pero como todos cuantos forman parte de la actual jerarquía tienen las manos tan manchadas de sangre como su dirigente, resulta difícil ver cuáles serían los beneficios de sustituir a un monstruo por otro déspota posiblemente mucho más inteligente.
La solución ideal, aunque admitimos que no es 1a perfecta, sería, pues, la de conservar la actual situación de Irak, con excepción de que todas las armas de de masiva tendrán que ser destruidas y la fuerza convencional degradada de manera que no presente una amenaza para ningún estado vecino durante una década por lo menos.
Se podría argumentar que los continuos abusos de los derechos humanos por parte del actual régimen iraquí, sin se le permite sobrevivir, serán muy penosos. De ello no hay ninguna duda. No obstante, Occidente ha tenido que contemplar terribles escenas en China, Rusia, Vietnam, Tíbet, Timor Oriental, Camboya y muchos otros lugares del mundo. No es posible que Estados Unidos imponga regímenes humanitarios, a escala mundial a menos que esté preparado para intervenir en una guerra global permanente.
El resultado menos catastrófico, de la guerra actual en el Golfo y la invasión eventual de Irak, es pues, la supervivencia en el poder de Saddam Hussein como dueño único de un Irak Unido, aunque militarmente mutilado para impedir la agresión contra el exterior.
Por todas las razones aducidas, este grupo insta al fin de todos los esfuerzos encaminados a asesinar a Saddam Hussein o de entrar en Bagdad y ocupar Irak.
Informe respetuosamente sometidos por el P.I.A. G.

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