sábado, 20 de agosto de 2011

Erudición y claridad: Martín Ibarra Benlloch y la persecución religiosa en Barbastro-Monzón

Estos días en los que menos de tres mil amargados (lo serán mientras vivan y piensen como hasta ahora) intentan estropear (sin conseguirlo) la alegría de un millón de peregrinos de la JMJ, me ha venido a la memoria la obra de Martín Ibarra: La persecución religiosa en la diócesis de Barbastro-Monzón (1931-1941), Fundación Santa Teresa de Jesús, Zaragoza 2011.
Se trata de uno de los estudios más minuciosos y concienzudos que sobre ese tema se han hecho en los últimos cincuenta años: entrevistas a los familiares, actas de la Causa General, periódicos del momento, informes de la Guardia Civil, libros de memorias, actas de archivos municipales. En resumen: toda la documentación que es posible reunir hoy día sobre la matanza de sacerdotes, laicos y religiosos que se hizo en aquellos años en una de las diócesis más castigadas de España.
La España caínita de ira y descalabros, la que mata a bulto por un signo, la culpa a otros, especialmente a la Iglesia Católica, de la infelicidad con que les paga su propio hedonismo, aparece retratada en estas páginas con una frialdad que estremece. Solamente en el segundo tomo se permite una comparación teórica entre las persecuciones a la Iglesia del Imperio romano y las que llevaban a cabo los asesinos conocidos como los Aguiluchos entre 1936 y 1939. Los paralelismos, sorprenden.
Pero, si se piensa un poco, más sorprendente resulta que no se haya escarmentado y que los que se labran su propia ruina con practicas autodestructivas; los que se han convertido a fuerza de fracasos evitables en inempleables, sigan culpando a otros de la infelicidad que con tanto empeño han perseguido.


martes, 19 de julio de 2011

Evelyn Waugh: Unos cuentos demasiado completos

Evelyn Waugh: Cuentos completos, Barcelona, RBA, 667 páginas.

Esta colección de RBA quiere ser “muy completa”, tanto que estropea el grueso del volumen, 526 páginas, con otras 54 que contienen trece trabajos escolares del autor. Ese par de apartados, “Escritos de juventud” y “Relatos de Oxford”, deben ser ignorados por los lectores a no ser que se dediquen a la psiquiatría infantil de maestros de la literatura o a la crítica deconstructivista en cuyo caso, en el pecado llevan la penitencia.

El medio millar de páginas que quedan son, como esperan los aficionados a Waugh, un ejemplo de sátira elegante, irónica y divertida. Quienes sean asiduos a este escritor, es decir, aquellos que gustan leer todo lo que de Waugh cae en sus manos, disfrutarán al hallar, entre los veintiséis cuentos restantes sorpresas tales como: un final alternativo a la novela Un puñado de polvo. Tres relatos que parecen embriones de las siguientes novelas: “El hombre al que le gustaba Dickens” (Cuerpos viles), “Incidente en Azania” (Merienda de negros) y “Compasión” (Rendición incondicional, todavía no traducida al castellano por Cátedra colección "Letras Universales" como ha hecho con las dos precedentes de la misma trilogía). También encontrará una novela corta ambientada (La Europa moderna de Scot-King) en Neutralia, país que tiene bastante de caricatura de la España de 1946, y que no me ha acabado de parecer justa, aunque con la sátira que practica Waugh -castigat ridendo mores- , ya se sabe, se exagera y no se pretende hacer justicia sino mover a risa y expresar lo que de cómico tienen las situaciones narradas.

No faltan un par de distopías (anti-utopías) futuristas titulados “Perdiendo pie” y “Amor entre ruinas”, el último terriblemente profético; y, para terminar con una relación que no quiero hacer exhaustiva, dos capítulos de su novela inacabada Trabajo pendiente (“La casa de mi padre” y “Lucy Simmonds”).

En los relatos recolectados están todos los tonos de su obra de ficción y los ambientes y personajes típicos. Esos héroes que son timoratos y que está perplejos ante lo que sucede a su alrededor, siempre fuera de juego, los canallas triunfantes, los inconscientes frívolos que provocan catástrofes. Los cínicos desalmados del resto de sus novelas. Frecuentemente algunos de esos personajes expresan las opiniones, políticas y sociales, que el tiempo ha demostrado descabelladas y que el autor ridiculiza, pero a las que tuvo que atender en el duelo intelectual que siempre sostuvo con los escritos Cyril Connolly y allegados. En todos ellos hallamos un mundo imperial y decadente que naufragaba en la apatía gris de un bienestar que a la postre les producía tedio. En fin, el conjunto de cosas que convirtieron a este narrador -converso al catolicismo- en uno de los escritores más enemistados del Reino Unido.

Los admiradores insaciables de este Menipo anglosajón tal vez echen de menos lo que no fue ficción en la obra de Waugh: su prosa periodística y crítica, sus libros de viajes (Waugh en Abisinia, Robo al amparo de la ley, etc.) y sus biografías (Knox, Helena, Edmund Campion). Pero no era ese el propósito del libro. El valor de estos Cuentos completos es la masa de buenas narraciones que ofrece: la suma de los esfuerzos creativos del mejor novelista de su generación (eso dijo Graham Green) que también fue uno de los escritores más críticos con la vida británica del siglo pasado: Todo un maestro de la ironía y de la insinuación.

RDR

lunes, 18 de julio de 2011

¡Perros judíos! Irene Nemirovsky: Perros y Lobos, Salamadra, 2011

Aprovecho que los de ABC ofrecen una lista de los “100 libros del verano”, para dar un poco de vida a este blog mortecino con unas reflexiones sobre algunos de esos libros recomendados y sobre otros que no pero que recomiendo personalmente. Y, para comenzar, nada mejor que estrenarse con una novela que no comentan los expertos del rotativo madrileño: Perros y Lobos, de Irene Nemirovsky, esa autora de adn inapelablemente hebreo y de mentalidad híbrida que se convirtió al cristianismo ortodoxo (variante rumana) en Francia durante los años treinta del siglo pasado. Fue una de esa emigrantes ricas que vivieron en conflicto permanente con sus orígenes familiares, culturales y religiosos, aunque, todo hay que de decirlo, estos últimos pesaban más bien poco en su educación familiar. Nemirovsky hace aflorar en todos sus escritos una interesante relación de amor y odio, de atracción y repulsión con su propia identidad. Ese conflicto la hace, para mí, muy atractiva y recuerda a otros escritores de idénticas raíces que también vivieron en lucha con su tradición familiar como Franz Kafka, Franz Werfel o Joseph Roth, por mencionar tres conocidos ejemplos. Las novelas de esta autora son un continuo ajuste de cuentas -que es también intento de comprensión y de exculpación- con personajes repulsivos cuyas biografías se parecen demasiado a la de su propio padre: millonarios repelentes y aspirantes a ello, salidos de las aljamas de Kiev, Odessa o Lvov, que consagran todos los momentos de su vida francesa a la adquisición de dinero. Seres absolutamente persuadidos de que, fuera de la riqueza, no existe salvación para el judío en el mundo de principios del siglo XX.

En Perros y lobos asistimos a la relación entre tres primos que, huidos de los mismos pogromi en los confines misteriosos del mundo occidental (es decir: Ucrania), vienen a dar con sus huesos y sus tristes vidas en París. Los tres se apellidan Sinner, los tres, dos varones y una mujer, se parecen físicamente. Los tres se sienten atraídos y repelidos entre sí; pero uno de ellos ya había escapado del gueto dos generaciones ha. Ya no es un hebreo típico, los son sus tíos, lo fue su abuelo, pero no él, a medio camino entre la civilización burguesa y la selva, se ha convertido en un perro, mientras sus primos, salvajes en su salvaje lucha por la superviviencia, siguen siendo lobos.

Por supuesto, a los lobos también les agradaría poder disfrutar de otras cosas como prestigio social, prestigio cultural, felicidad familiar; pero para eso es necesario no haber nacido en una clase social que lleva siglos negociando con todo y con nada, recomprando y revendiendo lo que todavía no se posee pero que se está dispuesto a ir al fin del mundo para conseguirlo; siglos regateando en el rastro callejero de los futuribles; y huyendo con lo puesto por las noches cuando han venido los cosacos a quemarte la casa.

El cambio cultural de los hebreos europeos que consistió, básicamente en sustraerse a las teocracias rabínicas de los guetos, e intentar integrarse en una sociedad en la que, hasta entonces, les estaba internamente y externamente vetado hacerlo. Debió ser muy duro, por eso despiertan interés las novelas que manifiestan ese conflicto. Para los rabinos de gran parte de los dos milenios anteriores, caminar hacia la integración social era exponerse a diluir la identidad de pueblo elegido, para los no judíos (goyim), la integración era tropezar con una competencia correosa y peleona en negocios y profesiones hasta ese momento vetadas a la gente de la alajama.

Para aclarar esta última idea de pongo dos ejemplos tomados del libro Historia judía, religión judía de mi respetado Israel Shahak -superviviente de Auschwitz y antisionista declarado-; creo que los dos expresan hasta que punto la vida del pueblo hebreo en Europa había sido una vida paralela a la marcha de la sociedad y del mundo: la primera geografía escrita en lengua yidish en Rusia data del siglo XIX. En ella se sostenía que América no existía, que era un invento de los goyim para despoblar los guetos. ¿Puede tratarse de un chiste judío? No lo creo, en tres mil años de literatura hebrea no hay mi una sola obra de humor. Ha tenido que llegar el siglo XX para que triunfen tipos como Chaplin, Groucho Marx, Woodie Allen o Les Lutiers. Segundo ejemplo: cuando se generaliza la escuela primaria en el Imperio Habsburgico (antes que en Francia), los rabinos de algunos lugares habían aceptado que los niños de su gente recibiera educación primaria, siempre que escribieran el alemán en caracteres hebreos. Quien nace en ese mundo paralelo tiene muchas posibilidades de nacer lobo, quien nació fuera, aunque no fuera más que un par de calles más allá del gueto, podía permitirse el lujo de ser perro.

domingo, 24 de abril de 2011

Hercules Poirot en Salamanca

La novela de García Jambrina Manuscrito de la nieve (Alfaguara, 2011) presenta una intriga policiaca desarrollada en Salamanca durante el siglo XV. Como historia detectivesca es bastante floja: el malvado es de una ingenuidad desusada, el investigador deja crimenes sin resolver, y el narrador formula, en el último capítulo, una hipótesis infundada sobre don Diego Hurtado de Mendoza y su relación con el famoso libro que la paleógrafa gaditana Agulló, le atribuye desde el 2010, y que no voy a mencionar aquí por si alguno se lee la novela. Con todo, a pesar de tantos defectos, tiene gracia en la recreación histórica de la ciudad y del ambiente político-social de finales de la década 1490-1500. El argumento se basa en la demanda que el Maestrescuela hace al converso Fernando de Rojas, estudiante de Leyes, para que ejerza de pesquisidor en las circunstancias que rodearon la muerte y mutilación del también estudiante Diego de Medrano, hijo de un antiguo linaje que desde hace unos años se halla ausente de la ciudad. En sus investigaciones Rojas se ayuda del muchacho que, por casualidad, descubrió el cadáver. Se trata de un huérfano nacido en Tejares que responde al nombre de Lázaro González, y al que apodan "de Tormes". Por supuesto, en la intriga no puede faltar el poderoso arzobispo de Santiago don Alonso de Fonseca y Acevedo (Alonso II, inventor de la frase: "El que se fue a Sevilla perdió su silla"), los bandos salmantinos de Santo Tomé y San Benito, las concordias de 1476 y 1493 propiciadas por la reina Católica, los esfuerzos pacificadores de San Juan de Sahagún, la calle de “Tente, necio”, “El Pozo amarillo” y los principales linajes de la época: Maldonado, Solís, Anaya, Monroy, Varillas, etc.

Quienes conozcan la ciudad, sonreirán con ella a pesar de que, como trama policial deja bastante que desear. Se lee de un tirón y dura un trayecto de AVE.