miércoles, 28 de octubre de 2009

La literatura nacional durante la Guerra Civil

Mi amigo Adolfo Torrecilla ha reseñado para Aceprensa la obra de José María Martínez Cachero. Liras entre lanzas. Como este es un homenaje a Foxá (y a Pemán y a Miquelarena) sin luceros, lo reproduzco íntegro.

José María Martínez Cachero: Liras entre lanzas. Historia de la literatura “nacional” en la Guerra Civil, Madrid, Castalia. (2009) 383 págs. 24 €.
A la numerosísima bibliografía existente sobre la Guerra Civil española se suma este estudio sobre la literatura “nacional” durante la contienda, periodo apenas estudiado por los especialistas que han optado por reivindicar, de manera generalizada, la literatura escrita en el bando republicano. José María Martínez Cachero, Catedrático Emérito de la Universidad de Oviedo y experto en la literatura española de los siglos XIX y XX, escribe en el prólogo que la literatura del bando “nacional”, por cuestiones ideológicas, ha sido “olvidada o menospreciada por algunos tratadistas como si no hubiese existido”. Su deseo es abordar esta literatura desde la objetividad e independencia, sin caer en la trampa del maniqueísmo ideológico y sin buscar falsas comparaciones con lo que, en esos mismos años, se estaba escribiendo en el bando republicano.
Para situar el tema abordado, en el primer capítulo Martínez Cachero analiza las ciudades del bando nacional que tuvieron un destacado protagonismo político y cultural, como fueron especialmente Burgos Salamanca, Pamplona, San Sebastián (“Madrid al borde del mar”, como la definió Agustín de Foxá) y Sevilla. En estas ciudades muy pronto nacieron numerosas iniciativas culturales del nuevo régimen. A continuación describe la actividad cultural relacionada con la publicación de diarios y revistas. Los nuevos periódicos que nacieron, además de compartir la línea editorial, mostraron también las diferentes sensibilidades que había en el bando nacional: monárquicos, carlistas, católicos, derechistas, falangistas, etc.
Fueron muchas las revistas culturales que nacieron durante esos años, algunas de gran calidad, a pesar de las circunstancias. Por ejemplo, en Burgos vio la luz la revista Destino, que dirigía Ignacio Agustí; y en San Sebastián, la revista humorística La Ametralladora, precedente de Gutiérrez y La Codorniz, que dirigió Miguel Mihura y donde colaboraron escritores de la talla de Tono, Edgar Neville, Jacinto Miquelarena y Álvaro de Laiglesia. También durante la guerra nacieron las revistas Jerarquía, Mediodía, Misión, Domingo y Vértice, entre otras muchas.
En sucesivos capítulos Martínez Cachero habla de la producción de libros por géneros literarios. Comienza con las crónicas de guerra escritas por autores nacionales. Las más difundidas, aunque de dudosa calidad literaria, fueron las que escribió Víctor Ruiz Albéniz, que firmaba con el seudónimo de “El Tebib Arrumi”. Los libros de memorias durante esos años fueron legión pues muchos aficionados pusieron por escrito sus testimonios como combatiente nacional o como cautivo del enemigo republicano. En relación con los ensayos publicados, Cachero analiza más detenidamente los que publicaron Eugenio D´Ors, Ernesto Giménez Caballero, Eugenio Montes y Federico García Sánchiz.
“Por su condición de género más en contacto directo con el público destinatario –escribe Cachero- fue el teatro especialmente atendido así en la teoría como en la práctica”. Por toda la geografía “nacional” proliferaron compañías profesionales y grupos de aficionados que llevaron el teatro a todos los rincones con representaciones de autores clásicos –la opción preferida por el nuevo régimen– y obras de circunstancias que entrarían dentro del denominado “teatro de urgencia”. Pero también durante la guerra algunos autores de renombre –como Joaquín Calvo Sotelo, Miguel Mihura, Jardiel Poncela, Eduardo Marquina, Adolfo Torrado- estrenaron obras, no todas directamente vinculadas con la marcha de la guerra civil. En este sentido, Cachero destaca la calidad de la obra de teatro de Foxá Cui-Ping-Sing, alejada de la literatura de compromiso.
Sobre la poesía, como sucedió en el bando republicano, se dio lo que el autor describe como multitudinaria movilización en la que participaron especialmente los poetas aficionados, que abusaron hasta la saciedad del género heroico-propagandístico. De todas maneras, hubo poetas de renombre que pusieron su poesía también al servicio de la causa, con más o menor intensidad y calidad, como sucedió con Manuel Machado, Gerardo Diego, Luis Felipe Vivanco, Dionisio Ridruejo, José María Pemán...
La valoración que hace Martínez Cachero de la producción novelística durante estos años es negativa, pues el maniqueísmo ideológico ahogó la calidad literaria. Aquí también proliferaron los escritores aficionados, que fueron los que más mezclaron en sus narraciones lo sentimental-rosáceo y lo político-bélico, con escasos vuelos. Hay, de todas maneras, algunas salvedades. Otra vez vuelve a aparecer Agustín de Foxá, autor de Madrid de corte a cheka, publicada en abril de 1938 y considerada como una de las mejores novelas sobre la guerra civil.
En el epílogo, José María Martínez Cachero hace un rápido balance de esta literatura: “estamos ante una creación en buena medida ocasional, urgida por las circunstancias bélicas y políticas que no concedían tregua para el sosiego del ánimo y la consiguiente obra en libertad”. Y en su valoración personal destaca el papel que desempeñaron tres importantes escritores: Agustín de Foxá, José María Pemán y Jacinto Miquelarena.
Adolfo Torrecilla

lunes, 26 de octubre de 2009

Alfonso Basallo en La Gaceta (de los negocios)

La recién re-aparecida Gaceta de los Negocios, cuya reciente adquisición por el grupo Intereconomía se ha traducido en más papel y más garra, publica hoy, lunes 26 de octubre de 2009 la entrevista que reproducimos más abajo.
El inventor de este tipo de interrogatorio llamado CALEIDOSCOPIO es el periodista zaragozano Alfonso Basallo, antiguo redactor de El Mundo del siglo XXI y autor del libro de autoayuda para matrimonios: Pijama para dos, escrito a la limón con su esposa, Teresa Díez-Antoñanzas.

El tipo de preguntas y respuestas de CALIDOSCOPIO son ágiles, rápidas y directas. Una entrevista que se puede hacer en un minuto, pero que llega al mentón del lector con contundencia. Ahí va la prueba.

CALEIDOSCOPIO"La izquierda puede recuperar la checa de la calle Riscal"

Alfonso Basallo


Es hijo de austriaco que acabó en un campo de concentración nazi: Sabe de totalitarismos: fue corresponsal en el Este. Y cree que pueden infiltrarse en las democracias a través de sectas como la de Zapatero


-¿Juan Luis Cebrián?

-Tiene correajes en la cabeza, pero...

-¿Pero...?

Le tengo mucho que agradecer.

-¿Se fue de `El País' por el 11-M?

No acepto que me impongan dogmas.

- Pero fue joven comunista en Euskadi.

Tenía 16 años.

-¿Acné juvenil?

No: rebelión contra el facherío.

-Pero ahora escribe en ABC.

Es que sigo rebelándome

-¿Con?

La secta de ZP.

-¿Lo peor de Zapatero?

Dice que verdad y mentira son lo mismo.

-El nacionalismo se cura viajando.

No crea: Otegi va a Francia.

-¿Cataluña cambiará la Navidad?

Son caciques: por un lado, multan al comerciante.

-¿Y por otro?

Dejan a Millet libre y sin fianza.

-¿Adónde va la izquierda en España?

A este paso, a resucitar la checa de la calle Riscal.

-¿Katyn es el Guernica de la izquierda?

Katyn es Paracuellos.

-¿Qué me dice del silencio de los sindicatos?

Con Telemadrid están locuaces.

-Bardem, callada ante Afganistán...

Les importa un comino.

-¿Quién derribó el Muro?

Juan Pablo II y Reagan.

-¿Obama será un JFK?

JFK está muy sobrevalorado

-¿Será un Carter?

Veremos, pero tiene boletos

-¿Hay políticos con complejo de Tara?

Han jurado no volver a pasar hambre.

-Loyola de Palacio.

Mi amada prima. ¡Qué categoría!

-¿Puede repetirse Alemania 1933?

Muy fácilmente.

-¿Por nuevos sátrapas?

Peor: por la docilidad del pueblo.



jueves, 22 de octubre de 2009

Magda Szabó y el mal que no quiero

Magda Szabó es una escritora húngara nacida en Debrecen en 1917 y fallecida en 2007, supongo que en esa misma ciudad natal, de la que no es un tópico decir que era amada por la autora. No lo es, no porque le dedicara, a modo de guía turístico-literaria uno de sus 48 libros; sino porque procedía de una familia de pastores calvinistas y Debrecen es la “Roma calvinista” de las llanuras magiares: La iglesia de Debrecen es el templo reformado más grande de esa parte de Europa, su gimnasium confesional, uno de los más prestigiosos del país, su universidad, hoy Lajos Kossuth (en honor al líder independentista de 1848 que hizo de ese municipio la capital del territorio sublevado) comenzó siendo una facultad de teología protestante. En las tres instituciones se formó la autora que se graduó en Filología Latina y Magiar en 1940 y en el internado protestante de la ciudad trabajó hasta 1945.

Aparte de su labor como novelista, esta mujer también ha desempeñado cargos de responsabilidad en la estructura protestante de su país. No es de extrañar, pues que en sus narraciones exista una, a veces soterrada, pero muchas veces manifiesta, presencia de mitos clásicos y voces y temas bíblicos.

La Szabó me tiene gratamente impresionado tras la lectura de las dos novelas que se pueden encontrar en español: La puerta y La balada de Iza. Adelanto aquí que son tragedias con molde de novela. Tienen fuerza descriptiva, tensión argumental, contraste de caracteres y personajes memorables, de esos que no te dejan indiferente. La lectura de ambas novelas pueda llegar doler, lo que no es posible es dejar de terminarlas porque atrapan al lector en las primeras cincuenta páginas (que es un crédito razonable que se puede conceder a un autor).

Aviso a los cibernavegantes que no deben confundirla con la pintora canadiense parónima, pues la última no acentúa la o final. Por lo demás, el apellido Szabó debe ser común en Hungría, ya que he encontrado tres novelistas y poetas (Lazsló, Pal y Desző) con ese mismo apellido, amén de un cineasta llamado István Szabó que, casualmente, filmó una novela de Magda. Lamento que esté fuera de mis conocimientos establecer una posible relación entre todos ellos.

Uno de los datos biográficos que se le quedan a uno grabados a fuego es que en 1947 a esta autora le retiraron su primer premio de poesía, el Baumgarten, el mismo día que se lo entregaban. Poco después de la ceremonia se presentó un funcionario del gobierno se lo reclamó. Unos meses más tarde la expulsaban de su trabajo en el Ministerio de Asuntos Religiosos y Educación. Gobernaba el país Mátyás Rákosi, corrían los tiempos de la “vigilancia”, inteligente operación que consistía - simplificando- en expulsar de la estructura del estado a todos los “enemigos de la clase obrera” y sustituirlos por albañiles semialfabetizados. La autora, poseedora de una titulación universitaria, pertenecía, por eso mismo, al grupo social humillable y -como no podía ser menos- se quedó acompañando en el paro a su marido, traductor.

El matrimonio sobrevivió porque aún quedaban en la puszta escuelas rurales vacías. Quizás hubieran terminado sus días ordeñando vacas y fabricando ese rico emmental húngaro, si la esposa no se hubiera lanzado a escribir la elogiada novela Fresco que le valió el Premio Attila Josif en 1958. (Lo cual es como decir que le conceden el – es un suponer- “Premio Rafael Alberti” convocado por PCE a José Manuel de Prada) ¿Qué había pasado entre tanto para que las autoridades envainaran? Pues nada más y nada menos que 2.500 muertos (aprox. 800 soviéticos), 13.000 heridos, 26.000 detenidos, 350 fusilados. El país se lamía las heridas de octubre de 1956 y los nuevos dirigentes se daban cuenta que no podía volver descarnadamente a los tiempos de Rákosi. Por su parte, la Szabó, evitó en el futuro enfrentarse abiertamente al sistema y se limitó, que no es poco, a dejar que la realidad se colara entre las páginas de sus novelas. Pronto conoció el éxito, una de sus novela Abigail la filmó la televisión húngara, otra se ha llevado al cine y en una nación tan bibliófila como la magiar, cuatro de sus libros están entre los cien más vendidos.

Después de leer lo poco que le han publicado en nuestra lengua, y tras cotejar algunos textos suyos traducidos al inglés, le dedico esta frase de San Pablo que parece reflejar en fatum de las protagonistas: “No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero”. A veces, sin desearlo, hacemos sufrir a los que amamos.

martes, 20 de octubre de 2009

Los días contados de Miklós Bánffy

Libros del Asteroide acaba de publicar la primera parte de la "Trilogía transilvana" del diplomático y escritor (y decorador y músico, y diseñador y coreógrafo) Miklós Bánffy (1873-1950). El libro en cuestión se ha traducido como Los días contados, pues la trilogía alude a la visión del profeta Daniel en la cena del rey Baltasar en la que una mano escribe en la pared del palacio "está contado" (Mané) "(está falto de)peso" (Tekel) y "será dividido" (Farés), que en la extensa novela de Bánffy permite ser aplicado no al imperio Neobábilónico de Nabucco y Baltassar, sino al Austro-húngaro de Francisco José.
Afirmaron en su día dos testigos poco sospechosos, una criada y el cura del pueblo de Bonchida, que existió un sexto cuaderno manuscrito que contendría un útimo volumen de la tetralogía; pero nadie lo ha vuelto a ver desde 1945 y lo más probable es que haya ardido en esas fechas a manos de los soldados soviéticos en el apartamento del conde en Kolószvar (hoy Cluj Napoca) o de los alemanes en Bonchida (predio transilvano de la familia), cuando quemaron el castillo centenario de los Bánffy en represalia por las velidades aliadófilas del diplomático (fue comisionado por el gobierno húngaro para negociar con los rumanos un cambio de bando en 1943 tras las cuantiosas pérdidas de los ejércitos magiares -el "Hovend"- en el frente de Rusia).
Bánffy lleva en su apellido la palabara Ban que en rumano signfica "dinero" y en magiar deber ser algo así como "señor feudal". Con esa palabra se ha formado el nombre de una región geografica, el Banato, que viene a traducirse como el señorío; lo mismo que las cercanas Voivodina y Herzegovina pueden traducirse como "El ducado" en alemán y en alguna lengua eslava.
Los Bánffy instalaron su torre en Transilvania (Erdélyi) en el siglo catorce y después, pasado el peligro otomano, la transformaron en castillo y palacio. Rodeada de montañas y bosques, feraz en caza y en pesca, proporcionaba a su dueño dinero suficiente como para poder dedicarse a la política. Fue diputado al parlamento de Budapest durante los años 195 a 1919, más tarde, fue intendente de los teatros nacionales y allí conoció a su mujer, una antigua cantante de ópera. Como intendente de teatros le decoró a Belá Bartok su ópera El castillo de Barba azul, y más tarde, tuvo que organizar la coronación como Rey de Hungría del Beato Carlos de Habsburgo (actuación esta última en la que fue muy criticado por introducir en la ceremonia una delegacion de mutilados de guerra que saludara al nuevo sucesor de István Królyi).
Mihaly Karolyi, el que proclama la independencia de Hungría en 1918, era primo de nuestro autor y lo comisionó para diversas misiones diplomáticas después de 1920 cuando las bayonetas rumanas, checas y del reconstruido ejército nacional húngaro expulsan la breve y sangrienta "República de los Consejos" de Bela Kun. La diplomacia es su oficio, romper el aislamiento del joven reino sin rey es una tarea importante, pero al conde le atrae su tierra natal, consigue el permiso para regresar a su casa, ahora Reino de Rumanía, y se le concede a condición de no participar en política durante diez años. Durante el periodo de entre guerras escribió esta trilogía y cultivó el Transilvanismo.
¿En qué consiste el Transilvanismo? En el esfuerzo de los magiares que ahora se han convertido en ciudadanos rumanos por conservar su cultura, su lengua y sus costumbres. Como escritores, se agruparon en la asociación Helikón, y como editores en otra semejante. Como poetas rescataron la balada popular de los Székely, ese pueblo montaraz, húngaro parlante, que dice descender de las tribus que Choba, hijo de Attila, dejó en Panonia. Extremo y cuestión que nadie ha explicado satisfactoriamente, aunque parece apoyarlo el hecho de que los Szekely llamen a la Vía Láctea "El camino de las huestes", indicando que fueron las señales que guiaron la llegada y el regreso de los jinetes hunos.
Literariamente, el personaje transilvano húgnaro por excelencia no es el conde Drácula (eso será entre los rumanos) sino el hombre montaraz astuto y vitalista que ejerce el ingenio para sobrevivir en condiciones muy duras.
Quienes mejor han retratado a los szekely son Aron Tamasi (Abel en la selva, Abel en la ciudad, Abel en América) y Josef Nyéri en El Uz, novela de las sierras de Transilvania, que se editó en Madrid en los años cuarenta, por estar su autor huído del territorio natal tras la II GM.
El transilvanismo de Báffy es más aristocrático que el de los dos anteriores, más ceñido a su clase social, a sus primos y parientes, todos ellos terratenientes , condes (¿qué húngaro con cierto nivel de ingresos no lo era?) y adinerados miembros del casino de Kolószvar.
La novela la ha traducido el chileno- de apellido croata- Adan Kovacsics que es quien mejor traduce al español desde la lengua magiar tras la muerte de Judith Xantus. La prologa Mercedes Monmany, crítica literaria que también se ha dado un garbeo por la "Casa de escritores" del lago Balatón (un antiguo palacio de los Esterhásy) en los encuentros que Kovacsics y la Xantus organizaban cada verano con estudiantes y aprendices de traducción magiar-español.
Si con lo he contado no tiene usted ganas de comenzar Los días contados no sabe usted lo que se pierde.
Dixi.