miércoles, 30 de diciembre de 2009

La muy parcial autobiografía de Evelyn Waugh

Evelyn WAUGH. Una educación incompleta. Autobiografía parcial, (T.O. A Litte Learning. A first Volume of an Autobiography; Traducción: Miguel Martínez Lage), Debolsillo, 987-84- 9908-089- 5, 9 .95 euros

Las memorias suelen ser una forma de cotilleo literario, máxime cuando revisan (en el caso de Waugh: “se revisitan”) infancias corrientes y familias normales; pocos sucesos importantes suelen acontecer en los primeros años de vida de un futuro escritor y resultaría sospechoso que pudiera ofrecernos, años después, suculentas narraciones de los mismos. Por eso, la primera parte de la autobiografía del novelista y reportero inglés Evelyn Waugh tiene el acierto de resultar tediosa, como tediosa fue su infancia y juventud. Es más, sospecho que huir del tedio fue la causa de que perpetrara bastantes de los desmanes que en este libro se recuerdan.

Como memorias incompletas que son, escamotean al lector los episodios más interesantes de su vida: la corresponsalía de guerra en África, sus combates de partisano en Yugoslavia y su conversión al catolicismo.

Lo que se rememora en esta obra son cinco conjuntos de informaciones coherentes: la de los antecedentes familiares (la herencia y la familia), la escuela primaria, el internado anglicano de Lancing, Oxford y sus primeras armas como maestro de escuela en el condado de Flint (Gales); bautismo laboral que terminó en un tragicómico intento de suicidio. Las dos últimas partes mencionadas deben leerse en paralelo a la primera obra de Waugh: Decadencia y caída (Decline and Fall), pues es muy interesante contrastar el tratamiento satírico de la novela con las experiencias más o menos objetivas de la autobiografía.

A través del ejercicio de la memoria, autor exorciza los años más idiotas de su vida en una pública autocrítica que debe de tener su fruto en el terreno de la ascesis. Si lo que vino después en la vida de Waugh fue mejor: el éxito, la guerra, sus seis hijos, el reconocimiento...; se lo ha callado para siempre, pues nunca completó la segunda parte de esta autobiografía.

Una vez señalado aquello de lo que no habla, me centraré en lo que podemos encontrar. En estas páginas se esbozan breves retratos y recuerdos de Graham Greene, Alfred Duggan, Ciryl Conolly, W. W. Jacobs (suegro del hermano mayor del protagonista) y de otros como la familia Plunket-Green que le sirvió de inspiración para Brideshead Revisited, sin duda su más famosa novela. También pululan por el libro algunos títulos nobiliarios ilustres que están soportados por personas anodinas, y otras personas cuyo único mérito para salir del anonimato es el haber sido recordados en esta obra.

Los años de la educación secundaria en Lancing siguen el diario que escribía el protagonista en el internado; los de Oxford, por el contrario, se pierden en la bruma etílica de una sucesión de borracheras y calaveradas que le costaron a Waugh una frustrante licenciatura de tercera clase.

Lo que sale peor parado en estas memorias es el sistema educativo de las public school británicas: unos internados sobre los que sobrevuelan la homosexualidad y la pederastia; y unas universidades pobladas por petimetres manirrotos, narcisistas e irresponsables, enamoriscados unos de otros, que maceran en whisky sus excéntricas - e inmaduras- personalidades. Sorprende que en un ambiente así no se pudriera automáticamente cualquier talento. Waugh, Graham Greene, Maurice Bowra, y muchos otros, recuperaron el suyo cuando se liberaron de esa forma de infravida.



jueves, 24 de diciembre de 2009

Muerte civil y exhumación de Sigismund Krzyżanowsky: genio y escritor inexistente.

El ciudadano Krzyżanowsky (léase Lliyanofski) nacido en Kiev en 1887 y fallecido en Moscú en 1950, soportó muchas desgracias en la vida, la primera de ellas ser polaco, católico y abogado en el Kiev de los años veinte del siglo pasado; la segunda la de ser culto: hacer juegos de palabras en seis lengua vivas y en latín, leer directamente a los maestros extranjeros, traducir a Chesterton y a Bernard Shaw, tales ocurrencias y otras similares, le valieron del director de una revista literaria la lapidaria condena: "Usted nos ofende con su cultura". Pero no acaban aquí las desdichas que llevaron a la "muerte civil" a este narrador (poeta, director de actores, periodista y ensayista); no debemos olvidar que cultivó una filosofía del espíritu a lo Berdaiev, que se aficionó al cine y que quiso escribir, como Valle-Inclán en sus últimos años, una prosa vanguardista que sincopara los tempos y el espacio, como los sincopaba el espasmódico cine de la época. ¡Malas aficiones en tiempos de Zhanov! Pero su última y definitiva desgracia fue la pretensión – ¡ridícula, ridícula, ridícula! – de tener sentido del humor, en la Rusia del primer "Gosplan": un humor satírico y sarcástico que estaba absolutamente fuera de lugar en la "Patria de los trabajadores". Lo escribió Gorki, en el informe de 1934 en el que desaconsejaba la publicación del cuento El marcapáginas:

Me parece que en nuestros días, cuando todo el mundo vive con el presentimiento de una gran y desconocida catástrofe, la vanilocuencia maliciosa está fuera de lugar, incluso en el caso de que fuera sincera.

(…) Por eso pienso que las obras del ciudadano Krzyżanowsky difícilmente encontraran editor, y si lo encuentran, entonces, sin duda deformaran algunos jóvenes cerebros, y esto último, ¿acaso hace falta?"

Con semejante recomendación tuvo que ganarse las papillas de kasha y la sopa borsh durante el resto de su inexistente existencia – literariamente hablando – mediante la aplicación de su ingenio a letras de canciones patrióticas, a libretos operísticos que adaptaban clásicos de la literatura rusa, a la redacción alguna esporádica crónica, a la crítica de estrenos teatrales y dirigiendo actores del Estudio Hebreo.

Ventajas de no existir

El informe del gran sátrapa del realismo socialista lo había mandado literalmente a la insignificancia literaria. Pero la insignificancia también tiene sus ventajas, entre otras, las de esquivar el gulag y poder vivir una amargada pero real existencia hasta 1950. Por el contrario, al sátrapa se lo llevó la gripe, junto con sus dos enfermeros que fallecieron a la misma fecha, hora y habitación, dos años más tarde, en 1936. Gripes tan virulentas como la de Gorki, que provocaban orificios de entrada y de salida, hubo unas cuantas en la URSS hasta fechas relativamente recientes.

Mientras tanto, Krzyżanowsky seguía escribiendo sin ninguna esperanza de publicar. Su obra "seria", los ensayos, los cuentos, las novelas, los almacenaba su mujer en casa y hasta el 2001 no han conocido la imprenta.

Aprés la mort, le succés.

Ahora todo son elogios, se le llama: el Borges de Moscú, el Swift del Arbat (se trasladó a vivir a esa calle que da nombre a todo un barrio, número 44, habitáculo,“kvartira”, 5, con ocho metros cuadrados habitables y ventana). Ahora, la Rusia culturalmente activa celebra que Vadim Perel'muter haya dedicado treinta años de su vida a recolectar la dispersa obra de este escritor tan incomprendido como genial, y los españoles podemos celebrar que Siruela haya traducido e impreso una colección de cuentos titulada: La nieve roja. De esa colección recomiendo a mis lectores tres relatos: El codo sin morder, Marcapáginas y La hulla amarilla. Este último podría aplicarse a la España de Zapatero. Cuando lo lean, descubrirán por qué.