Evelyn WAUGH. Una educación incompleta. Autobiografía parcial, (T.O. A Litte Learning. A first Volume of an Autobiography; Traducción: Miguel Martínez Lage), Debolsillo, 987-84- 9908-089- 5, 9 .95 euros
Las memorias suelen ser una forma de cotilleo literario, máxime cuando revisan (en el caso de Waugh: “se revisitan”) infancias corrientes y familias normales; pocos sucesos importantes suelen acontecer en los primeros años de vida de un futuro escritor y resultaría sospechoso que pudiera ofrecernos, años después, suculentas narraciones de los mismos. Por eso, la primera parte de la autobiografía del novelista y reportero inglés Evelyn Waugh tiene el acierto de resultar tediosa, como tediosa fue su infancia y juventud. Es más, sospecho que huir del tedio fue la causa de que perpetrara bastantes de los desmanes que en este libro se recuerdan.
Como memorias incompletas que son, escamotean al lector los episodios más interesantes de su vida: la corresponsalía de guerra en África, sus combates de partisano en Yugoslavia y su conversión al catolicismo.
Lo que se rememora en esta obra son cinco conjuntos de informaciones coherentes: la de los antecedentes familiares (la herencia y la familia), la escuela primaria, el internado anglicano de Lancing, Oxford y sus primeras armas como maestro de escuela en el condado de Flint (Gales); bautismo laboral que terminó en un tragicómico intento de suicidio. Las dos últimas partes mencionadas deben leerse en paralelo a la primera obra de Waugh: Decadencia y caída (Decline and Fall), pues es muy interesante contrastar el tratamiento satírico de la novela con las experiencias más o menos objetivas de la autobiografía.
A través del ejercicio de la memoria, autor exorciza los años más idiotas de su vida en una pública autocrítica que debe de tener su fruto en el terreno de la ascesis. Si lo que vino después en la vida de Waugh fue mejor: el éxito, la guerra, sus seis hijos, el reconocimiento...; se lo ha callado para siempre, pues nunca completó la segunda parte de esta autobiografía.
Una vez señalado aquello de lo que no habla, me centraré en lo que podemos encontrar. En estas páginas se esbozan breves retratos y recuerdos de Graham Greene, Alfred Duggan, Ciryl Conolly, W. W. Jacobs (suegro del hermano mayor del protagonista) y de otros como la familia Plunket-Green que le sirvió de inspiración para Brideshead Revisited, sin duda su más famosa novela. También pululan por el libro algunos títulos nobiliarios ilustres que están soportados por personas anodinas, y otras personas cuyo único mérito para salir del anonimato es el haber sido recordados en esta obra.
Los años de la educación secundaria en Lancing siguen el diario que escribía el protagonista en el internado; los de Oxford, por el contrario, se pierden en la bruma etílica de una sucesión de borracheras y calaveradas que le costaron a Waugh una frustrante licenciatura de tercera clase.
Lo que sale peor parado en estas memorias es el sistema educativo de las public school británicas: unos internados sobre los que sobrevuelan la homosexualidad y la pederastia; y unas universidades pobladas por petimetres manirrotos, narcisistas e irresponsables, enamoriscados unos de otros, que maceran en whisky sus excéntricas - e inmaduras- personalidades. Sorprende que en un ambiente así no se pudriera automáticamente cualquier talento. Waugh, Graham Greene, Maurice Bowra, y muchos otros, recuperaron el suyo cuando se liberaron de esa forma de infravida.
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