En 1935, después de un viaje a Sudamérica y antes de reincorporarse a su fecunda labor de corresponsal en Abisinia, Arthur Evelyn St John Waugh escribió esta hagiografía sobre un mártir que le precedió, en el lejano año de 1560, tanto en la Universidad de Oxford como en la conversión a la fe de la única Iglesia fundada por Cristo; decisión siempre difícil en una Inglaterra prejuiciada y hostil al obispo de Roma.
Ambos compartían ̶a pesar de la distancia de los siglos ̶ una latinidad forjada en Cicerón y Tito Livio, ambos se codearon con los asteroides del Parlamento, ambos fueron leales súbditos de su monarca, ambos arriesgaron la vida por su nación (Waugh, con Randolf Churchill, en las trincheras partisanas de Yugoslavia); ambos se negaron a “hacer carrera política” y ambos dejaron en herencia prosas memorables que honran la lengua inglesa y alegran el espíritu de quien los lee. Waugh, a quién tan fácil le resultaba satirizar a cualquiera, destila en este libro su admiración por el jesuita santo; pienso no hubo en el siglo XX pluma más idónea contar la vida Edmundo Campión que la del autor de esta obra. La crueldad y la violencia de aquellos años, el servilismo de los cortesanos, la heroica resistencia de los fieles y leales hijos de la sede de Pedro, merecen ser evocados, recordados, admirados.
Este libro presta un buen servicio a la causa de esos mártires, y, si se compra en la página web de Criteria Libros, se adquiere a buen precio.
Rafael Díaz Riera
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