Habitualmente escribo sobre libros que he leído y me parecen dignos de compartir o de rechazar. Hoy lo voy a hacer sobre una noticia que me ha dejado estupefacto.
Leo en la edición digital de abc que el genetista hebreo Carl Skoretzky y la india Chanaz Ali van a analizar el ADN de los pastunes para comprobar si, como dicen las leyendas de este pueblo afgano, salieron de Egipto con Moisés.
Lo que justifica esta, en principio, sorprendente investigación es que en 2005, el Gran Rabinato de Israel -actual- reconoció el origen judío de un grupo étnico vecino, los Lu-Shí, que moran en la región india de Uttar-Pradesh (nombre que parece sacado de una novela artúrica pero que en sánscrito significa, según me he podido enterar ahora mismo, "Las diez tribus").
Uno ha leído, y visto la película, "El hombre que pudo reinar" de Kipling; ha leído alguna cosa -lo confieso con rubor- de Vittorio Massimo Manfredi sobre legiones romanas perdidas en Afganistán, y ha leído algún artículo -y visto fotos- sobre las ciudades helenísticas que dejó Alejandro cuando se casó con Roxana y dejó allí algunos falangistas (con perdón) para que le pacificaran la región a punta de sarisa. Pero esto sobrepasa con mucho mi capacidad de fabulación. ¡Cuántas "arcas de la Alianza", "templos malditos", secretos salomónicos o santos griales, tribus perdidas del Reino del Norte -o Israel histórico- no se podrán filmar en las arideces de Herat o del Waziristan!
Por lo demás, en virtud de la solidaridad hebrea inter-espacial, inter-temporal, inter-generacional, inter-racial e inter-economí(c)a; podría dar lugar a geniales reclamaciones de territorio o de nacionalidad. Por ejemplo: sería maravilloso que se diera la nacionalidad israelí a todos los pastunes; y a continuación declararlo parte del Estado de Israel. Así, podrían retirarse los asqueados soldados occidentales y dejar que se apañen entre ellos. También cesaría el apoyo de Bin Laden y Al Qaida a los belicosos pastunes pues, de golpe y porrazo se los descubriría jugando en el equipo contrario. El mullah Omar viviría en un país con la bomba atómica y cada madrasa podría convertirse en una yeshivah. ¡Cuántos problemas talmúdicos no suscitarían estos hebreo-islámicos, mil veces peores que los coraítas del siglo XII, a quienes Maimónides consideraba justo azotarlos hasta la muerte si no se retractaban de su tesis de la "sola scriptura" (sine Talmud nec rabbinim)!
Hago votos para que, por una vez, la leyenda y la realidad tengan una base empírica porque: cosas veremos, Sancho, ...
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