domingo, 17 de marzo de 2013

Antología parcial, sesgada y marginalísima de poemas de Luis Alberto de Cuenca

 

Luis Alberto de Cuenca no es un santo, no llega ni siquiera a santón de la izquierda, es un hijo adoptivo de estos tiempos menguados. ExDirector General de Cultura, exDirector de la Biblioteca Nacional, doctor en Filología Clásica por la Universidad de Salamanca, investigador del CSIC y poeta que ha leído todo lo memorable que se ha escrito en los penúltimos milenios. Traduce una impensable cantidad de lenguas sin hablantes y una nada desdeñable cifra de otras que todavía se hablan por el ancho planeta. Su labor se reduce a cuarenta libros de poesía, dieciocho volúmenes de estudios y ensayos, dos novelas y diecisiete libros de traducción. No ha malgastado el tiempo.

Sin embargo, una sombra le sigue pegada a sus pasos como los cuervos seguían a las hordas de Tamerlán. Es una mala fama de erudito golferas, de maudit funcionarial, de sabio bohemio y derrotado al modo en que se empeñan en derrotarse los hombres muy modernos: tres esposas y larga caravana de mujeres efímeras que ha cantado en alcobas de verso. Lo que haya de verdad en esa mala fama lo diluyó el alcohol de las madrugadas que en su poesía acompañan a las citas literarias del mundo antiguo y medieval que tan bien conoce. Unas citas y unas alusiones que encubren y revelan los sentidos del poema, como los buitres cubren y delatan los cuerpos de los héroes fenecidos en un cantar de gesta de los francos.

En medio de esos ingredientes, los más habituales entre lo que le he leído, Luis Alberto de Cuenca me sorprende, como el Verlaine de Sagesse, con poemas como los que a continuación reproduzco, unos poemas que, para decirlo en términos de Jauss, “rompen el horizonte de expectativas” del lector, y lo rompen a lo bestia.


ÁLZATE, CORAZÓN

Álzate corazón, consumido de penas,
levántate, que sopla un viento de esperanza
por el mundo, llevándose con él tus inquietudes
y la costra de angustia que apaga tus latidos.
Álzate, viejo amigo, que el dios de los humildes
ha vuelto de su viaje al país de las sombras
y alumbra con su ojo la prisión en que yaces,
limando los barrotes de tu melancolía.



AVE MARÍA

Digo el”Ave María” en voz alta, de noche,
desafiando las sombras. “Dios te salve, María,
llena eres de gracia, el Señor es contigo”
(al llegar a est punto, me sube a la garganta
un nundo de fe tibia que me da la entereza
y el temple necesario para seguir viviendo).
Bendita tú. María, entre todas las diosas
que habitan en el cielo de nuestro desamparo.
Y bendito sea el fruto de tu vientre.


RELIGIÓN Y POESÍA
(Paul Claudel)

Mi religión, o sea, la católica,
aporta a la poesía tres conceptos
que son fundamentales: la alabanza
de lo creado y de su Creador
(como en Akenatón, los himnos védicos,
San Francisco, Espronceda, Pound y Perse);
el júbilo de ser, pero el sentido
también de ser, al margen del azar
y de las ciegas fuerzas naturales;
y, por último, el drama, la tensión
de la lucha en un mundo relajado
que prescinde del cielo y del infierno.

Feliz quien, al amparo de la fe,
escribe poesía desde el júbilo,
el drama, la alabanza y el sentido.



ELOGIO DE LA PENA

No se os ocurra despreciar
las penas que nos trae la vida,
esas que brillan como el oro
en los otoños del espíritu
y nos agobian de belleza. 

Estamos tristes porque estamos
vivos. La vida es sufrimiento,
y eso no está ni bien ni mal,
pero tiene su lado estético.

¿No es hermoso el viento de octubre
que nos arranca de la boca
el dulce fruto apetecido? 

¿No son nuestras pobre lágrimas,
atravesada de dolor
y, sin embargo, cristalinas
como el río más transparente?
¿No os enciende hogueras la tristeza
en los hielos de la memoria,
devolviendonos los perfumes
que un día fueron nuestra dicha?

Las penas arden en el pecho
con llamaradas más profundas
que las del sol de mediodía.

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