Luis Alberto de Cuenca no
es un santo, no llega ni siquiera a santón de la izquierda, es un
hijo adoptivo de estos tiempos menguados. ExDirector General de
Cultura, exDirector de la Biblioteca Nacional, doctor en Filología
Clásica por la Universidad de Salamanca, investigador del CSIC y
poeta que ha leído todo lo memorable que se ha escrito en los
penúltimos milenios. Traduce una impensable cantidad de lenguas sin
hablantes y una nada desdeñable cifra de otras que todavía se hablan por el ancho planeta. Su labor se reduce a cuarenta libros de
poesía, dieciocho volúmenes de estudios y ensayos, dos novelas y
diecisiete libros de traducción. No ha malgastado el tiempo.
Sin embargo, una sombra
le sigue pegada a sus pasos como los cuervos seguían a las hordas
de Tamerlán. Es una mala fama de erudito golferas, de maudit
funcionarial, de sabio bohemio y derrotado al modo en que se empeñan en
derrotarse los hombres muy modernos: tres esposas y larga caravana
de mujeres efímeras que ha cantado en alcobas de verso. Lo que haya
de verdad en esa mala fama lo diluyó el alcohol de las madrugadas
que en su poesía acompañan a las citas literarias del mundo antiguo
y medieval que tan bien conoce. Unas citas y unas alusiones que
encubren y revelan los sentidos del poema, como los buitres cubren y
delatan los cuerpos de los héroes fenecidos en un cantar de gesta de los francos.
En medio de esos
ingredientes, los más habituales entre lo que le he leído, Luis
Alberto de Cuenca me sorprende, como el Verlaine de Sagesse,
con poemas como los que a continuación reproduzco, unos poemas que,
para decirlo en términos de Jauss, “rompen el horizonte de
expectativas” del lector, y lo rompen a lo bestia.
ÁLZATE, CORAZÓN
Álzate
corazón, consumido de penas,
levántate,
que sopla un viento de esperanza
por
el mundo, llevándose con él tus inquietudes
y la
costra de angustia que apaga tus latidos.
Álzate,
viejo amigo, que el dios de los humildes
ha
vuelto de su viaje al país de las sombras
y
alumbra con su ojo la prisión en que yaces,
limando
los barrotes de tu melancolía.
AVE
MARÍA
Digo
el”Ave María” en voz alta, de noche,
desafiando
las sombras. “Dios te salve, María,
llena
eres de gracia, el Señor es contigo”
(al
llegar a est punto, me sube a la garganta
un
nundo de fe tibia que me da la entereza
y el
temple necesario para seguir viviendo).
Bendita
tú. María, entre todas las diosas
que
habitan en el cielo de nuestro desamparo.
Y
bendito sea el fruto de tu vientre.
RELIGIÓN
Y POESÍA
(Paul
Claudel)
Mi
religión, o sea, la católica,
aporta
a la poesía tres conceptos
que
son fundamentales: la alabanza
de
lo creado y de su Creador
(como
en Akenatón, los himnos védicos,
San
Francisco, Espronceda, Pound y Perse);
el
júbilo de ser, pero el sentido
también
de ser, al margen del azar
y
de las ciegas fuerzas naturales;
y,
por último, el drama, la tensión
de
la lucha en un mundo relajado
que
prescinde del cielo y del infierno.
Feliz
quien, al amparo de la fe,
escribe
poesía desde el júbilo,
el
drama, la alabanza y el sentido.
ELOGIO DE LA PENA
No
se os ocurra despreciar
las
penas que nos trae la vida,
esas
que brillan como el oro
en
los otoños del espíritu
y
nos agobian de belleza.
Estamos tristes porque estamos
vivos. La vida es sufrimiento,
y eso no está ni bien ni mal,
pero tiene su lado estético.
¿No es hermoso el viento de octubre
que nos arranca de la boca
el dulce fruto apetecido?
¿No son nuestras pobre lágrimas,
atravesada de dolor
y, sin embargo, cristalinas
como el río más transparente?
¿No os enciende hogueras la tristeza
en los hielos de la memoria,
devolviendonos los perfumes
que un día fueron nuestra dicha?
Las penas arden en el pecho
con llamaradas más profundas
que las del sol de mediodía.
Grata sorpresa la de estos versos que no conocía.
ResponderEliminarPreciosos poemas.
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