martes, 31 de julio de 2012

“Bolsháya Chistka na Gabane” (Gran purga en La Habana)

Esta vez no voy a comentar un libro, sino a expresar un desasosiego, como Pesoa, pero en prosa.

La confesión de culpabilidad de Francisco Carromero Barrios, obtenida en el interior en una sede de la Seguridad cubana y su posterior juicio por “homicidio” son asombrosamente parecidas a otras confesiones obtenidas en un régimen muy similar al cubano (y con consecuencias fácilmente predecibles). Me refiero a las Zinoviev, Kamenev, Bujarin y cuarenta mil rusos, alemanes, polacos y húngaros más.
En 1991 la Federación Rusa explicó en qué condiciones se arrancaron semejantes “admisiones de culpabilidad”. Por si algún lector lo ignora o lo ha olvidado, reseño que –así está reconocido universalmente-- se obtuvieron mediante torturas, amenazas a los familiares o promesas de indulto, y, una vez obtenidas, se utilizaron para ejecutar a los detenidos sin causar inquietud en el resto de la población. La importancia de los reos (héroes de la Revolución en la mayoría de los casos) hacía necesaria una justificación ante la opinión pública. Por eso, el camarada Dzhugashvily (vulgo Stalin) se ocupó de airear aquellos “errores” antes de deshacerse de sus oponentes.
Si pensamos un momento con la lógica del “papaíto”, la mera existencia de un juicio por homicidio al turista español Carromero Barrios desautoriza la versión ofrecida sobre la muerte de Osvaldo Payá.
No creo que Francisco Carromero (¡pobre ingenuo!) sea un gran peligro para el fracasado régimen cubano; por el contrario sí puede ser un pretexto para la represión de los opositores.
¿Quién lo iba a decir? Los comisarios Yagoda y Laurenti Beria todavía viven, hablan  español y residen en La Habana.

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