El libro de Dan Coyle La claves del talento: ¿Quién dijo que el talento es innato? Aprende a desarrollarlo, Barcelona, Ed.: Zenith, 2009, 235 páginas; se concibe como una respuesta a la pregunta ¿Cómo es posible que un ruinoso club de Moscú, con una sola pista cubierta, coloque siete tenistas (Kournikova, los hermanos Safin, Dinara Dementieva, Natasha Myskina, y Dimitri Tursunov) entre los veinte mejores del mundo? Tan estimulante pregunta se convirtió en un viaje de un año a los “semilleros de talento” del mundo. Escuelas de música alternativa o academias de canto y danza que han formado a varias estrellas de la música pop como Beyoncé, campos de fútbol-sala brasileños por los que han pasado todos los millonetis del Carrusel deportivo y escuelas de béisbol de Curazao o Santo Domingo que colocan a sus alumnos en las grandes ligas; fueron visitadas por este norteamericano que, como periodista deportivo que es, establece una identidad absoluta entre “talento” y cualquier actividad psicomotriz, siempre que esta exija un mínimo de precisión, rapidez y técnica. Si usted cultiva la literatura, la hermenéutica filosófica o la matemática del caos, y se ha planteado comprar el libro, debe saber que, por principio, para el autor, queda usted excluido del grupo de personas con “talento”.
Cabría esperar que los meses empleados en desplazarse hasta esos mágicos lugares en los que los talentos parece surgir como hongos hubiera cuajado en un método capaz suscitar nuevos "semilleros" en cualquier otra actividad o parte del mundo. Ni lo sueñen. Si el talentoso autor de esta maravilla de la literatura ha descubierto algo parecido a una fórmula o algoritmo, se lo ha dejado fuera del libro, en el cajón de su mesa de trabajo, allá en Alaska, donde el yerno de la Palim. Cabe sospechar que se ha guardado para sí tales conclusiones, pero, tras leer el libro, más bien sospecho, porque ha agotado su "desarrollada" capacidad descubriendo nociones tan revolucionarias como: “práctica intensa” y “aprender de los errores”; amén de recomendarnos que practiquemos diez mil horas si queremos desarrollar nuestro “talento” tocando el clarinete o lanzando una bola de béisbol. Eso sí, salpimentado la prosa con un pellizco divulgativo sobre la importancia de la mielina en los circuitos neuronales.
Después de leer libros como el de Dan Coyle, y de ver los brillantes resultados de la política norteamericana en Irak y Afganistán, uno llega a una conclusión de que “el Imperio” llega a su fin; lo que viene detrás es una generación con bulbo raquídeo en lugar de cerebro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario