viernes, 13 de noviembre de 2009

El niño prodigio, de Irene Nemirovski y la realidad excesiva

La editorial Salamandra está publicando con cuenta gotas las novelas y relatos de Irene Nemirovski que Mondadori publicita en Italia. Lo hace en medicinales dosis porque quiere estirar el filón de beneficios que le proporciona esta autora, y, también, porque los lectores, como humanos que somos, no somos capaces de soportar demasiada realidad.

La realidad que aparece en los relatos de esta novelista francesa (de origen hebreo y ruso) está destilada, concentrada, potenciada, como los aceites de lavanda que se utilizan en perfumería. Sin duda, algo tiene que ver con ello su peculiar método de trabajo: Acostumbraba a rellenar cuadernos enteros con descripciones y rasgos de sus personajes, para utilizar tan sólo unos pocos párrafos en la redacción final. Por eso sus personajes llegan a la novela con una “madurez“ que sorprende al lector español del siglo XXI; sobre todo, si está habituado a sufrir la prosa de nuestros autores de más vendidos. Haber meditado, sopesado, seleccionado, largamente los hilos y los protagonistas le permite a la Nemirovska detenerse cuando quiere con la preciosista descripción de detalles psicológicos o galopar sobre el argumento en otras ocasiones. Sus frases son equilibradas, melódicas, aún en la traducción, y muy efectivas dentro del párrafo. Por eso, leer a Irene Nemirovsky es sufrir siempre una sacudida, una convulsión emocional.

Alguno pensará que eso sucede por la naturaleza, casi siempre trágica, de sus argumentos. Pienso que no es así. Un argumento triste, si lo desarrolla un torpe, se queda en un sainete, una opereta, la caricatura de un drama. En la pluma de la francesa, un suceso cualquiera, una fiesta, un encuentro entre un médico y un paciente, un episodio aparentemente anodino, se transforma en algo medular en la biografía de los personajes; y lo se consigue, sin duda, porque descubrió por su cuenta la misma máxima que aconsejaría más tarde Nabokov: “¡Mimad los detalles!”.

El niño prodigio es una triste historia judía de Crimea, la patria de su familia. Leerla, conmueve y encoge el aliento. Por fortuna es breve, porque tampoco yo, como lector, soy capaz de soportar demasiada realidad.

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