El redactor de anuncios por palabras tiene un ego encogido y sincopado en el que el alma se repliega del vasto territorio del lenguaje, como en una retirada militar, para acabar hablando en parcos monosílabos.
Los muy tramposos, comenzaron de alumnos redactando chuletas y, ya adultos, odian los microcuentos (por voluminosos); pues sólo leen con gusto esa biografías condensadas en formato de losa (DIN L569) que son los epitafios.
En el pasado, cuando el Barroco, eran muy conceptistas, pero si se los psicoanaliza hoy día se descubre que el pensamiento se les ha vuelto gestalltiano y simbólico.
Si yo redactara anuncios por palabras únicamente conjugaría el verbo ser - y, siempre, en forma impersonal para parecer muy metafísico-. Lo digo porque sé de buena tinta que los diccionarios de los redactores de anuncios sin palabras sólo contienen siglas, vocablos comodín y vagos hiperónimos. A pesar de lo cual, lamentan no conocer el chino para poder escribir con menos rasgos.
Emboscados, fomentan la jerga eseemese y se comenta que se han quejado a la R.A.E. porque no se les acepta el uso taquigráfico ni el morse. En justo castigo, al final de los tiempos, cuando las trompetas apocalípticas les convoquen en el Juicio Final, lo harán con una única nota, y será semifusa.
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