Recientemente he asistido a una conferencia de Fernando Sabater sobre educación.
Comenzó con una brillante frase de John Kennet Galbraight cuando afirmaba que "las democracias están siempre amenazadas por el voto de los ignorantes". Brillante expresión que no puedo sino compartir y de ahí que me haya sorprendido tener que lamentar algunas excogitaciones del señor Sabater, que a continuación expondré. Una vez más se cumplió aquello de que los filósofos, en las conferencias, se dedican a decir obviedades, erso sí, con gran dramatismo, para que la gente piense que se les acaban de ocurrir. En el caso del Profesor Sabater, hubo afirmaciones que pasaron de la obviedad a la reconocible falacia, eso sí, con un ensayado tono de tolerancia.
El amigo de Rosa Díez afirmó, por ejemplo, que el Vaticano era más inaceptable como estado que la misma Arabia Saudí, pues está en Europa; y alegó que la Santa Sede se había negado a firmar un manifiesto contra la tortura y la pena de muerte. Yo, por no darle más cuerda, me limité a decirle que el Vaticano es un estado que no es como los demás estados, sino una forma de autoorganización de una institución internacional, cuya pertenencia es voluntaria, y que ha adoptado esa forma por vicisitudes históricas. La defensa era mala, pero estaba deseando pasar a otra cuestión. Como siempre, las respuestas se te ocurren después, cuando se serena la taquicardia que te ha producido oír ciertas cosas. En el ámbito de las comparaciones, recordé que un amigo mío estuvo a punto de ser encarcelado en el aeropuerto de Ryad por haber comprado una botella de vino tinto en la escala anterior en Zürich. Consiguió salvarse gracias a la intervención del príncipe que lo había contratado quien, a continuación, le retiró el pasaporte y lo convirtió en un rehén durante todo el tiempo que estuvo trabajando para él.
Teniendo en cuenta que mi experiencia en cuanto a entrar en el Vaticano no ha pasado de los museos, he percibido, sin embargo, que hay más problemas para entrar territorio pontificio que para salir, es más, casi todos los que tienen pasaporte vaticano comen y duermen fuera de él. Después, me he preguntado si conocía alguna denuncia por tortura contra la Guardia Suiza, y como no conseguí acordarme de ninguna, hice lo mismo con las penas de muerte aplicadas en el Vaticano desde su creación o desde la desmembración del estado anterior en 1871. Muy mal debo andar de memoria porque no conseguí dar con ninguna otra. Cabría la posibilidad de que la Iglesia Católica estuviera a favor de ambas cosas: la tortura y la pena de muerte formaran parte de las prácticas aprobadas por la Iglesia. Como esta institución tiene un ideario al alcance de cualquiera, se llama Catecismo, consulté lo que se dice en él sobre ambas cuestiones (parte dedicada al quinto mandamiento).
Para mi sorpresa, después de oír a Fernando Sabater, resulta que la tortura está condenada, siempre y en todos los casos. En cuanto a la pena de muerte se dice que aunque la doctrina tradicional no la excluye si este fuere "el único camino posible" para defender las vidas humanas del agresor (situándola en unas exigencias previas que la acercan -sólo en esas circunstancias- al caso de la legítima defensa) sin embargo, continua el catecismo glosando la doctrina tradicional: "dados los medios de los estado modernos" esas situaciones "suceden ... muy raras veces... si (conjunción condicional) es que ya (adverbio de tiempo, equivalente a hoy), en realidad, se dan (hipótesis remota) algunos casos"
Ponía Sabater como ejemplo de ciudadano democrático a aquel que está dispuesto a persuadir y a ser persuadido. Yo me conformaría con que el señor Sabater se informara y estuviera informado antes de enunciar perlas como la comentada. porque, estamos de acuerdo, los ignorantes son un peligro para las democracias.
Entre otras muchas cosas, el filósofo de la izquierda prostática (por la edad de sus seguidores), rebatió a aquellos que dicen que los valores cívicos deben de transmitirlos los padres. Lo hizo con el argumento de que "quien tiene por padre a Thomas Jefferson tal vez salga muy formado; pero que en otros casos..." He de reconocer que tiene algo de razón, por aquello de que conozco padres y madres a los que habría que retirarles la patria potestad para poder educar al hijo, pero esa comparación nos adentra en el terreno de la lotería natural que uno recibe al nacer; y se puede aplicar a otros muchos terrenos: ¿porqué tengo que conformarme con este profesor, o este instituto de barrio, o esta clase? o - desde la óptica del docente- "Si te toca un buen curso, puedes trabajar, pero si te toca ...." En todas estas cuestiones, actúa el azar sobre la vida, y tanto la una como el otro, son injustos. Pero la solución no pasa por autoerigirse en el monopolio de la corrección de injusticias y determinar -por partitocracias coyunturales en un régimen de disciplina de voto- quién es el único que puede educar a la ciudadanía, en imponer la visión del poder político; sino en aumentar los cauces de información y variar la fuente de los mismos. Pues la educación cívica, como la religión, no pueden imponerse desde arriba; sino reflejar también, en la medida en que no sean aberrantes, los valores que aceptan los ciudadanos (y esto incluye también a los padres).
Desgraciadamente, la experiencia nos enseña que hasta de un hijo de Jefferson puede salir un activo miembro del KuKlux Klan- cosa que ignoro si sucedió-; del mismo modo que la hija del escritor ácrata Ramón J. Sender puede profesar de monja, como de hecho profesó. Hay, lo sabemos por Freud -tipo del que desconfío pero que no puede estar en la mentira absoluta porque esto es imposible-, hay, decía, en algunos adolescentes una necesidad de "matar -psicológicamente, se sobreentiende- al padre" para ser ellos mismos. Y contra esto no se puede luchar durante ese periodo de psicopatología funcional transitoria que llamamos adolescencia; arrancar ese instinto o necesidad supondría violar algo tan irrenunciable como la libertad personal. En resumen, sea uno hijo de Lincoln o de majarajá de Kapurtala, no es automático que pase a la posteridad ni como el hijo de la gran ... tanto ni como la reencarnación de Mahatma Gandi, aunque reconozco que en un sentido lo tiene más difícil que su contrario.
Pero no se quedó ahí el señor Sabater y nos dijo, para defender la Educación para la Ciudadanía, que la mala educación es muy cara, porque después esas personas mal educadas (es decir las que no se han dejado persuadir, como usted, señor Sabater, y como yo) votan. Ahí lo sí que lo vi meridianamente claro: "Hay que defender la educación para la ciudadanía para que voten lo que quiere usted". Eso es lo verdaderamente importante de la cuestión; eso es precisamente por lo que hay que estar en contra de ella.
La izquierda... siempre dispuesta a ejercer el totalitarismo. En el fondo aborrecen esa misma democracia de la que se erigen en defensores. Sabater, de todos modos, es un filósofo de esos a los que les molesta el libre albedrío... el siglo XX, entre nazis y marxistas, ha conocido unos cuantos como él.
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